Busich Escobar, Ismael
Buenos Aires, la gran provincia: 1880-1930
Dr. VALENTIN VERGARA
El doctor Valentín Vergara es uno de los pocos ciudadanos que han
ejercido el gobierno de la provincia de Buenos Aires sin haber nacido en su
territorio. En efecto, vio la luz este eminente hombre público en la
ciudad de Diamante Provincia de Entre Ríos, en el año 1879. Hizo
sus estudios en el famoso colegio de Concepción del Uruguay y los terminó
en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, donde se graduó de doctor
en jurisprudencia en 1904. Afiliado desde joven a la Unión Cívica
Radical, pudo actuar en posiciones descollantes cuando se produjo el resurgimiento
político del gran partido desde 1912 en adelante, pero radicado en la
ciudad de Bahía Blanca se dedicó por entero a trabajar por el
engrandecimiento y prosperidad de esa importante ciudad bonaerense, llegando
a identificarse de tal modo con ella que se le considera como uno de sus grandes
pionners. Fue miembro del Concejo Deliberante y luego Intendente Municipal de
Bahía Blanca, promoviendo desde esos cargos iniciativas trascendentales
para el progreso urbano de la ciudad. La pavimentación moderna, el matadero
público, el teatro municipal, etc., son otras tantas obras llevadas a
cabo por el Dr. Vergara en Bahía Blanca. En las elecciones nacionales
de 1918 fue elegido diputado al Congreso de la Nación por un período
de cuatro años, siendo tan destacada su actuación en el parlamento,
que sus correligionarios lo reeligieron en 1922 dando por terminada su actuación
de diputado en 1926 para asumir la primera magistratura de la provincia. En
la Cámara fue vicepresidente primero, y actuó también como
presidente de la comisión de Negocios Constitucionales. Presidió
en sus últimos dos años el bloque de diputados radicales. Terminado
su período de gobernador, el doctor Vergara se retiró de la vida
pública, falleciendo en Diamante, su ciudad natal, a mediados de Septiembre
de 1930.
CAPITULO XXVI
Doctor Valentin Vergara
1926-1930
Sumario. - Una candidatura sin oposición. - Mayoría comicial
abrumadora. - La palabra del candidato y el programa del gobernante electo.
- Los colaboradores del doctor Vergara. -Conceptos del gobernador tendientes
a calmar la expectativa pública. - Nuevas exteriorizaciones de propósitos
intervencionistas. - La maniobra del socialismo. - Un momento de prueba. - Represión
del juego en la provincia. - El peligro de la Intervención desaparece.
- Posición e influencia de Buenos Aires en la política nacional.
- Labor administrativa del doctor Vergara, - Mejoramiento de la red caminera.
- Pavimentación urbana. - El canal de San Fernando. - 300 edificios nuevos
para escuelas. - Construcción de ramales del Ferrocarril Provincial.
- Crecimiento de la renta. - Déficit del Montepío Civil. -Proyectos
de reformas a la Constitución provincial. - El doctor Vergara termina
su período.
Puede decirse que el doctor Valentín Vergara no tuvo adversarios que
pudieran disputarle las preferencias de la mayoría, ni en el seno de
la convención partidaria que proclamó su nombre como candidato,
ni ante el electorado general de la provincia que lo consagró gobernador
en los comicios. En efecto, próximo a terminar su período el señor
Cantilo, fue convocada la asamblea de la Unión Cívica Radical
para designar el ciudadano de sus filas que debía ser sostenido en las
urnas como candidato a la primera magistratura bonaerense. La convención,
casi por unanimidad, proclamó al doctor Valentín Vergara, influenciada,
sin duda alguna por la brillante actuación de este hombre público
en las distintas posiciones que ocupara hasta entonces y por su reconocido y
acendrado amor a la provincia que lo contó en el Congreso como a uno
de sus más distinguidos exponentes. Esto ocurría el 31 de octubre
de 1925 y el 6 de diciembre realizábanse las elecciones populares en
el vasto territorio bonaerense, desistiendo de presentarse a ellas el tradicional
partido Conservador, y formulando declaración expresa de que la situación
institucional de la provincia no era propicia para el ejercicio libre del sufragio,
con el agregado de que se hallaba pendiente del Congreso el proyecto de intervención
a los poderes bonaerenses.
La contienda quedó así librada a dos partidos: la Unión
Cívica Radical, con el doctor Vergara como candidato a gobernador y el
doctor Victoriano de Ortúzar para vice; y el partido Socialista, cuyos
candidatos fueron el doctor Nicolás Repetto y don José M. Lemos.
En tales condiciones, el triunfo de la fórmula radical era un hecho,
y así lo demostró el resultado del escrutinio, que arrojó
los siguientes cómputos de votos:
Vergara-Ortúzar 109.110 votos
Repetto-Lemos 25.239
El doctor Vergara recogía con ese veredicto la conformidad de la opinión
pública con las ideas expuestas en su programa de gobierno y sus promesas
de candidato. “Criado en una región de la provincia donde todo
es vida, trabajo, evolución y progreso - había dicho en su discurso-programa
al hacerse la proclamación de su candidatura en La Plata el 11 de noviembre
-, donde la previsión de los hombres está lejos de colocarse a
la altura de la realidad, soy optimista y lo seré, con más razón,
en el gobierno de este noble y pujante Estado que en su marcha ascendente provoca
movimientos de admiración y de aplausos”.
Y en esa misma ocasión, concentrando sus propósitos de gobernante,
anunció que proseguiría el vasto plan de obras de su antecesor,
que fomentaría el esfuerzo de los hombres que enriquecían la provincia
con su labor agrícola y ganadera; que daría impulso a las industrias
y propendería a la radicación de otras nuevas; que entregaría
a la colonización y al trabajo ricas extensiones de tierra pública;
que sería una de sus grandes preocupaciones la regularización
de las finanzas provinciales, como asimismo el mejoramiento del régimen
municipal vigente mediante la revisión constitucional y como uno de los
aspectos de esta tarea que pensaba madurar y proponer a la Legislatura. Esbozó
asimismo los propósitos que le animaban en los diversos órdenes
de la administración que iba a presidir, y terminó prometiendo
un gobierno digno de las predilecciones de que lo hacía objeto el electorado.
Verificada la consagración de la fórmula Vergara-Ortúzar
por el colegio electoral, efectuóse la transmisión del mando el
1° de mayo de 1926, y al prestar el juramento de práctica el nuevo
mandatario, expuso sintéticamente, ante la asamblea legislativa, sus
propósitos de gobierno esbozados en su programa de candidato.
“La provincia celebra jubilosa -, dijo, entre otras cosas -, como feliz
acontecimiento, la renovación, al amparo del orden y bajo las garantías
que la ley fundamental consagra, de los poderes públicos que regirán
sus destinos en el próximo período constitucional. Ratificamos
así, ante propios y extraños, que estamos cada vez más
capacitados para el ejercicio del gobierno propio y que marchamos con paso
seguro hacia la efectividad de la vida democrática. Aspiro a que las
conquistas vivan vigorosas y lozanas. Pertenezco a un partido que se ha debatido
en toda la República por el imperio del sufragio libre, los escrutinios
puros, y la honradez dentro de la administración, y sería indigno
de él y de su confianza, si dominado por un torpe sensualismo hiciera
sentir la influencia oficial para contrariar la voluntad popular. He prometido
un gobierno de orden y libertad. Ciudadano de una democracia en marcha, que
ha asistido desde las filas del pueblo a la enorme evolución que se
ha operado en las prácticas y costumbres públicas, miraré
siempre adelante buscando el mayor brillo de nuestras instituciones, bajo
cuyas garantías se desenvuelven las fuerzas inteligentes del Trabajo”.
Tales palabras, que entresacamos del mensaje inicial del gobernador Vergara
a la Legislatura, evidencian los elevados propósitos que lo animaron
desde el momento que empuñó las riendas del gobierno de Buenos
Aires y el claro concepto de las responsabilidades que le incumbían como
primer ciudadano de la primer provincia argentina.
La perfecta solidaridad de ideas del gobernador Vergara con la poderosa fuerza
política que lo llevó al gobierno, se evidenció en la constitución
de su gabinete, para el cual eligió hombres fuertemente arraigados en
el radicalismo bonaerense y de vastos prestigios partidarios.
Fueron ellos:
Ministro de Gobierno, doctor Obdulio Siri.
“ Hacienda,
señor Francisco Ratto.
“ O.
Públicas, ingeniero Ernesto C. Boatti.
El primero y el tercero acababan de representar a la provincia en la Cámara
de Diputados de la Nación y el señor Ratto terminaba su mandato
de senador provincial. Cada uno en su esfera había tenido brillante actuación
y los tres disfrutaban de merecidos prestigios en el radicalismo, siendo su
presencia en el gabinete promisora de una obra solidaria y proficua en bienes
para la provincia.
Debemos expresar aquí, que a pesar de la confianza decidida del pueblo
bonaerense en su nuevo mandatario, no obstante el pleno dominio del radicalismo
en la provincia, la evidente armonía de los poderes públicos que
auguraba un gobierno sin tropiezos, y el ambiente de tranquilidad y orden que
se observaba en todas partes, no eran nada halagüeñas las perspectivas
que se abrían para el doctor Vergara, por causas ajenas a la provincia
misma, pero que incidían poderosamente sobre ella por ser el eje del
partido político que en esos momentos, en el orden nacional, podía
considerarse como de oposición a las fuerzas que interpretaban la política
del Presidente de la República. Manteníanse latentes los temores
de una intervención federal a Buenos Aires, y en vano trataban sus mandatarios
de alejar esa preocupación: ella surgía en todo momento y sombreaba
las más tranquilizadoras perspectivas. Ya en su programa de candidato,
el doctor Vergara había pronunciado estas palabras:
“Para la tranquilidad de las instituciones argentinas afirmo que la
posibilidad de una intervención a Buenos Aires sólo la acarician
algunos políticos que buscan éxitos electorales al amparo de
una medida tan grave como excepcional. Por conveniencias políticas
no se decreta una intervención repugnante a los progresos que hemos
alcanzado. A ello se opondría la opinión sana del país
que no transa con estos manejos que detienen el progreso de la República.
No lo permitirá et poderoso partido que sustenta la situación,
ni tampoco el Presidente Alvear, quien, consecuente con su lealtad ciudadana,
no permitirá un acto semejante que no tendría sino esta finalidad:
favorecer al adversario y perjudicar la poderosa fuerza cívica que
lo llevó al gobierno y en cuyas filas siempre ha militado con sus mejores
empeños y entusiasmos. Cuando se interviene por razones institucionales,
la necesidad del remedio federal está en el ambiente, lo reclaman las
fuerzas vivas y productoras que necesitan del amparo de la ley para su constante
evolución. Lo exigen los habitantes todos, que resultan víctimas
de la falta de libertades públicas y privadas. Esto no ocurre en Buenos
Aires. En una provincia inmensamente rica, que alberga la cuarta parte de
la población de la República, que es el primer escenario de
las actividades industriales, comerciales, agrícolas y ganaderas, no
se ha visto un solo movimiento de opinión que sea el resultado de la
subversión institucional, ni se registra un solo ciudadano privado
dt: tjus derechos por motivos políticos, ni se conocen extralimitaciones
policiales o administrativas. El país sabe que se ha tramitado un proceso
a espaldas de la opinión con el exclusivo propósito de arrebatarle
al radicalismo histórico y tradicional un gobierno que ejerce por voluntad
expresa del pueblo de la provincia. Se ha pretendido obtener por la fuerza,
lo que no puede conseguirse en comicios puros y honorables”.
El retiro del doctor Vicente C. Gallo del ministerio del Interior, alejó
por un momento las perspectivas de una acción inmediata del gobierno
nacional contra la provincia, pero el peligro manteníase siempre pendiente
toda vez que la ley de intervención se hallaba en la Cámara de
Diputados después de haber sido aprobada, como hemos dicho en el capítulo
anterior, por el Senado Nacional. Dentro de la Cámara joven, frente a
los diputados conservadores y antipersonalistas que bregaban por la intervención,
estaba el fuerte bloque de radicales irigoyenistas que, sumados a los socialistas,
enemigos éstos por principio de toda intervención, formaban accidental
mayoría. Así las cosas, en ciertos momentos creyóse segura
la caducidad del proyecto intervencionista, y el ambiente público bonaerense
empezó a tranquilizarse al par que el horizonte político se despejaba
lentamente de los negros nubarrones que lo cubrían; cuando, de improviso,
en los comienzos del período parlamentario de 1927, la representación
socialista en la Cámara de Diputados de la Nación, volviendo inesperadamente
sobre sus normas, declaró que hacía suyo el proyecto pendiente
de la consideración del cuerpo, aduciendo, entre otras cosas, que en
la provincia se violaba el artículo 36 de la Constitución, prohibitivo
de los juegos de azar en todas sus formas. Con el pronunciamiento socialista,
estaban en mayoría los diputados partidarios de la intervención
y, claro está, el derrumbe del gobierno provincial llegó a considerarse
inminente. Fue sin duda un momento de prueba para el, gobernador doctor Vergara
el que le crearon las circunstancias, y, justo es decirlo en homenaje a sus
altas condiciones de político y hombre de Estado: salió del duro
trance con honor y dignidad, robusteciendo poderosamente su autoridad de mandatario
y afirmando también los prestigios de su partido. El doctor Valentín
Vergara obtuvo de la Legislatura que sancionara una serie de leyes destinadas
a reprimir el juego en forma imperativa, llegando en sus propósitos de
eliminar todo motivo de protesta, a reducir en forma notable las actividades
de una institución tan importante y vinculada a la prosperidad de la
provincia, como la Caja Popular de Ahorros, cuyos sorteos semanales fueron suprimidos;
a impedir el funcionamiento de casinos y ruletas en sitios de intensa vida balnearia,
como, Mar del Plata y Tigre; y, finalmente, a clausurar los hipódromos
que funcionaban en distintas localidades de la provincia. Con tales leyes, cuya
sanción creían improbable los enemigos de la situación
bonaerense, la representación socialista quedaba desarmada en sus empeños,
viéndose obligada a retirar su apoyo al proyecto de intervención,
con lo que éste, perdida ya toda esperanza de que prosperara, fue a morir
en las carpetas de la Cámara.
Hasta qué punto se benefició el radicalismo irigoyenista de las
resultancias de este episodio lo dijeron los hechos posteriores en el orden
nacional. Buenos Aires, gobernada por el radicalismo, fue el punto de apoyo
de todos los correligionarios de la República y el eje de toda la política
nacional que tuvo por resultado la reelección de Irigoyen en 1928. No
en vano los adversarios del caudillo reclamaron del Presidente Alvear, hasta
el último momento, la intervención “por decreto” como
la tabla salvadora de sus patrióticas esperanzas.
Mientras tanto, el gobernador Vergara no había perdido de vista los
problemas administrativos de su provincia y en medio de las agitaciones políticas
de que damos cuenta a grandes rasgos, dióse tiempo para ir desenvolviendo
sus propósitos progresistas. Así en materia de obras públicas
no descuidó la mejora y conservación de la importante red caminera
de la provincia, llevando la acción de los equipos a más de 10.000
kilómetros de caminos generales, construyendo y librando al servicio
público en los cuatro años de gobierno, 122 puentes, con un costo
aproximado de 4.000.000 de pesos, reconstruyendo 30, dejando librado al servicio
público el primer tramo del gran camino de Morón a Luján,
e iniciando el de Avellaneda a Quilmes; licitáronse también, bajo
los auspicios del gobierno, obras de pavimentación por valor de 5.000.000
en bonos que beneficiaron a ciudades tan importantes como Mar del Plata, Ayacucho,
San Isidro, Pehuajó, Zárate y otras menores, con gran provecho
para sus vecindarios y con indudable mejoramiento de las condiciones urbanas,
obteniendo también de la Legislatura una nueva emisión de 50 millones
de bonos destinados a obras semejantes en otras ciudades bonaerenses. Siempre
con la cooperación del gobierno de la provincia se llevaron a cabo, se
prosiguieron o se iniciaron durante el período del doctor Vergara, las
obras sanitarias en Chivilcoy, Arrecifes, Mercedes y Saladillo, las de ampliación
en La Plata y se proyectaron las correspondientes a muchos otros municipios.
En 1928 se libró al servicio público el muro de atraque para
el canal de San Fernando, de una extensión de 567 metros, con todos los
elementos necesarios para el trabajo de carga y descarga, obra ésta que
ha transformado a la ciudad nombrada en un emporio comercial de primer orden,
haciéndola virtualmente cabecera de las líneas de navegación
del Delta, de las islas del sur de Entre Ríos, de algunos puertos del
río Uruguay sobre la costa Oriental, etc. También se inauguraron
bajo el período del doctor Vergara los desagües de Avellaneda, comenzados
a construir en 1925, con los cuales se ha mejorado considerablemente la situación
de una vasta y populosa zona de ese partido.
La educación popular mereció preferente atención del gobierno
que nos ocupa. El número de escuelas aumentó proporcionalmente
al crecimiento de la inscripción en toda la provincia. En su mensaje
de 1929 el gobernador afirmó que Buenos Aires costeaba más de
2.000 escuelas primarias, a las que acudían 350.000 niños de ocho
a catorce años. En 1928 se licitaron obras de edificación escolar
por valor de 6 millones de pesos, que se fueron aumentando gradualmente hasta
completar los 20 millones fijados por una ley especial dictada en noviembre
de 1927, para llevar el beneficio de la edificación escolar a todos los
pueblos de la provincia, en conformidad con el plan preparado por la Dirección
General de Escuelas y aprobado por el Poder Ejecutivo. Esta iniciativa ha permitido
dotar a la provincia de 300 edificios escolares propios, construidos en su casi
totalidad al terminar su mandato el doctor Vergara.
Velando por el mantenimiento de las condiciones sanitarias de la provincia,
que han sido excelentes en todo tiempo, el gobierno del doctor Vergara no descuidó
la adopción de medidas de profilaxis en aquellos lugares donde pudieran
producirse epidemias debido a aglomeraciones accidentales, auspiciando también
las distintas campañas realizadas por entidades científicas para
contrarrestar los avances de enfermedades como la tuberculosis, avariosis, etc.
La provincia tenía a mediados de 1928, 101 hospitales, con 4,545 camas,
funcionando además 53 salas de primeros auxilios, muchas de ellas instituidas
y organizadas por el gobierno.
Al finalizar el año 1929 estaban terminados los grandes Hospitales Policlínicos
de Bahía Blanca y Pergamino, los hospitales regionales de Lobos, Junín
y Zárate y otros establecimientos sanitarios de menor cuantía.
No olvidó el doctor Vergara el fomento a las industrias madres de la
provincia, fuentes principales de la riqueza bonaerense: la ganadería
y la agricultura.
Durante el período 1926-1930 se encaró la construcción
de cuarenta elevadores de granos en otras tantas estaciones del Ferrocarril
Provincial; prosiguieron los ensayos sobre el rendimiento de los trigos, tan
útiles a los agricultores; intensificóse la campaña de
desinfección y saneamiento de los montes frutales en las zonas de más
intensas plantaciones; se ampliaron los locales y servicios de los establecimientos
de enseñanza agrícola y ganadera de la provincia; se repartió
gratuitamente semillas de especies forestales, y bajo los auspicios del P. E.
se han realizado en los últimos años numerosas exposiciones y
concursos agropecuarios en distintos puntos de la provincia.
El Ferrocarril Provincial, en el cual el gobierno tiene puestas muchas esperanzas
para consolidar el porvenir económico de la provincia, ha seguido en
los últimos años su progreso ascendente. Durante el año
1927 el producido por los distintos renglones del tráfico público
fue de $ 4.340.948.74, esto es, superior al de 1926 en pesos 1.176.113.27. En
los años siguientes se ha mantenido este superávit, al propio
tiempo que se adquirió en Europa un abundante material rodante y se construyeron
varios ramales como los de Ariel, Olavarría y Sierra Chica, con un recorrido
de 57 kilómetros y un costo de pesos oro 1.700.000, y el de la estación
Gamen, de la línea troncal a Pehuajó, con un recorrido de 20 kilómetros
y un costo de $ oro 438.000.
En general, las finanzas de la provincia no fueron propicias para sustentar
la obra progresista del gobernador Vergara por los motivos que consignamos al
ocuparnos del período anterior. Sin embargo, al año de ejercer
sus funciones ya había logrado restablecer un equilibrio discreto entre
los gastos y recursos, regularizar el pago de los sueldos, obligaciones y servicios,
disminuir considerablemente la deuda flotante y robustecer el crédito
general de la provincia. Al cerrar su segundo ejercicio la situación
era mucho más favorable.
“Prefiero en múltiples ocasiones -dijo el doctor Vergara en
su mensaje del 1° de mayo de 1928 -contener legítimos anhelos y
aun prescindir de exigencias relacionadas con ciertos servicios públicos,
antes que comprometer al Estado en gastos y erogaciones que perturben el equilibrio
del presupuesto. El crédito se afianza, los títulos se valorizan
y la seriedad y buen nombre de una administración se realza y dignifica
cuando se cumple y se paga con severa y escrupulosa puntualidad”.
El total de los ingresos fiscales de la provincia en 1927 fue de $ 133.748.988.16
y el total de los gastos; ascendió a $ 131.583.866.66, quedando un saldo
de más de 2 millones, que pasó al ejercicio de 1928. En el último
año de gobierno del doctor Vergara, se recaudaron más de $ 134.000.000
moneda nacional.
Muchos renglones de la renta pública ofrecieron superávit en
la recaudación, sobre todo el impuesto inmobiliario, percibido de acuerdo
con la nueva avaluación de la propiedad raíz y que dio, en 1927,
14.000.000 más que en 1926. En cambio fue necesario afrontar el déficit
del fondo del Montepío Civil, producido a consecuencia de la falta de
reservas iniciales, a la insuficiencia de los aportes y a la prodigalidad de
los beneficios, todo la cual se complicó con la suspensión del
sorteo de la Caja Popular de Ahorros, que contribuía a esos fondos con
una cuota anual de un millón de pesos.
En 1928, al iniciar su tercer año de gobierno, el doctor Vergara podía
contemplar con más optimismo la situación de la provincia de Buenos
Aires, no sólo por haberse afirmado dentro de sus límites territoriales
el progreso general y haber conquistado la confianza de sus gobernados, sino
por la posición política que a ella le correspondía en
el concierto general de la Nación. En efecto: la Unión Cívica
Radical, que un año atrás no tenía más posesión
efectiva que la provincia de Buenos Aires y que campaba por sus respetos en
las filas opositoras de las demás provincias argentinas, había
obtenido en las elecciones de renovación presidencial del mes de abril
un triunfo numérico sin precedentes, conquistando la mayoría del
electorado frente a los demás partidos políticos antipersonalistas
coaligados. Este triunfo del radicalismo llamado “personalista”
alejó definitivamente todo temor de perturbación institucional
en la provincia de Buenos Aires, y al consagrar la candidatura del doctor Hipólito
Irigoyen para la presidencia por el período 1928-1934, pareció
asegurar una larga época de paz y de consolidación para la provincia.
Pudo entonces el doctor Vergara exponer sin recelos sus propósitos de
gobierno para el futuro y renovar sus nobles anhelos de paz y de armonía.
“Soy hombre de partido -dijo -y una poderosa fuerza cívica me
ha traído al gobierno, pero éste es para todos y todos deben
por igual gozar de los beneficios de la libertad y de las instituciones”.
En su mensaje inaugural de 1928, con la halagüeña perspectiva de
años tranquilos, el doctor Vergara anticipó su anhelo de introducir
reformas fundamentales en la carta orgánica de la provincia, tanto en
el orden político como en el administrativo y financiero, propósito
que luego concretó en un mensaje especial y el correspondiente articulado
que elevó a la Legislatura. Entre esas innovaciones, figuraba la supresión
del actual sistema de elección indirecta del gobernador y vice, proponiendo
que ella se hiciera popularmente y a simple mayoría de votos.
Una ampliación del actual sistema de la representación de las
minorías en la Legislatura, la adopción del padrón nacional
para las elecciones provinciales y comunales, la organización del Jury
de enjuiciamiento sobre bases más modernas que las actuales, la creación
de un ministerio de Educación en la provincia, fueron otros tantos puntos
que abordó en su mensaje el doctor Vergara, proclamando la necesidad
de que cuanto antes, y con el asentimiento de todos los poderes del Estado,
se convocara la Convención Constituyente
“para que la reforma proyectada -dijo -que desde tan largo tiempo viene
reclamando la provincia, fuera sancionada de inmediato, y aplicada en la próxima
renovación de los poderes del Estado. ”
El doctor Vergara terminó su período sin que le fuera dado incorporar
al balance de su obra gubernativa la consumación de su anhelada reforma
constitucional, pero hasta en el mensaje con que se despidió de la Legislatura
el 1° de mayo de 1930 insistió en la necesidad de promover la revisión
de la Carta Fundamental de la provincia como un medio de llegar al perfeccionamiento
de sus instituciones.
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