Busich Escobar, Ismael
Buenos Aires, la gran provincia: 1880-1930


Dr. VALENTIN VERGARA

 

El doctor Valentín Vergara es uno de los pocos ciudadanos que han ejercido el gobierno de la provincia de Buenos Aires sin haber nacido en su territorio. En efecto, vio la luz este eminente hombre público en la ciudad de Diamante Provincia de Entre Ríos, en el año 1879. Hizo sus estudios en el famoso colegio de Concepción del Uruguay y los terminó en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, donde se graduó de doctor en jurisprudencia en 1904. Afiliado desde joven a la Unión Cívica Radical, pudo actuar en posiciones descollantes cuando se produjo el resurgimiento político del gran partido desde 1912 en adelante, pero radicado en la ciudad de Bahía Blanca se dedicó por entero a trabajar por el engrandecimiento y prosperidad de esa importante ciudad bonaerense, llegando a identificarse de tal modo con ella que se le considera como uno de sus grandes pionners. Fue miembro del Concejo Deliberante y luego Intendente Municipal de Bahía Blanca, promoviendo desde esos cargos iniciativas trascendentales para el progreso urbano de la ciudad. La pavimentación moderna, el matadero público, el teatro municipal, etc., son otras tantas obras llevadas a cabo por el Dr. Vergara en Bahía Blanca. En las elecciones nacionales de 1918 fue elegido diputado al Congreso de la Nación por un período de cuatro años, siendo tan destacada su actuación en el parlamento, que sus correligionarios lo reeligieron en 1922 dando por terminada su actuación de diputado en 1926 para asumir la primera magistratura de la provincia. En la Cámara fue vicepresidente primero, y actuó también como presidente de la comisión de Negocios Constitucionales. Presidió en sus últimos dos años el bloque de diputados radicales. Terminado su período de gobernador, el doctor Vergara se retiró de la vida pública, falleciendo en Diamante, su ciudad natal, a mediados de Septiembre de 1930.

 

CAPITULO XXVI

Doctor Valentin Vergara

1926-1930

Sumario. - Una candidatura sin oposición. - Mayoría comicial abrumadora. - La palabra del candidato y el programa del gobernante electo. - Los colaboradores del doctor Vergara. -Conceptos del gobernador tendientes a calmar la expectativa pública. - Nuevas exteriorizaciones de propósitos intervencionistas. - La maniobra del socialismo. - Un momento de prueba. - Represión del juego en la provincia. - El peligro de la Intervención desaparece. - Posición e influencia de Buenos Aires en la política nacional. - Labor administrativa del doctor Vergara, - Mejoramiento de la red caminera. - Pavimentación urbana. - El canal de San Fernando. - 300 edificios nuevos para escuelas. - Construcción de ramales del Ferrocarril Provincial. - Crecimiento de la renta. - Déficit del Montepío Civil. -Proyectos de reformas a la Constitución provincial. - El doctor Vergara termina su período.


Puede decirse que el doctor Valentín Vergara no tuvo adversarios que pudieran disputarle las preferencias de la mayoría, ni en el seno de la convención partidaria que proclamó su nombre como candidato, ni ante el electorado general de la provincia que lo consagró gobernador en los comicios. En efecto, próximo a terminar su período el señor Cantilo, fue convocada la asamblea de la Unión Cívica Radical para designar el ciudadano de sus filas que debía ser sostenido en las urnas como candidato a la primera magistratura bonaerense. La convención, casi por unanimidad, proclamó al doctor Valentín Vergara, influenciada, sin duda alguna por la brillante actuación de este hombre público en las distintas posiciones que ocupara hasta entonces y por su reconocido y acendrado amor a la provincia que lo contó en el Congreso como a uno de sus más distinguidos exponentes. Esto ocurría el 31 de octubre de 1925 y el 6 de diciembre realizábanse las elecciones populares en el vasto territorio bonaerense, desistiendo de presentarse a ellas el tradicional partido Conservador, y formulando declaración expresa de que la situación institucional de la provincia no era propicia para el ejercicio libre del sufragio, con el agregado de que se hallaba pendiente del Congreso el proyecto de intervención a los poderes bonaerenses.

La contienda quedó así librada a dos partidos: la Unión Cívica Radical, con el doctor Vergara como candidato a gobernador y el doctor Victoriano de Ortúzar para vice; y el partido Socialista, cuyos candidatos fueron el doctor Nicolás Repetto y don José M. Lemos. En tales condiciones, el triunfo de la fórmula radical era un hecho, y así lo demostró el resultado del escrutinio, que arrojó los siguientes cómputos de votos:

 

Vergara-Ortúzar    109.110 votos
Repetto-Lemos       25.239

El doctor Vergara recogía con ese veredicto la conformidad de la opinión pública con las ideas expuestas en su programa de gobierno y sus promesas de candidato. “Criado en una región de la provincia donde todo es vida, trabajo, evolución y progreso - había dicho en su discurso-programa al hacerse la proclamación de su candidatura en La Plata el 11 de noviembre -, donde la previsión de los hombres está lejos de colocarse a la altura de la realidad, soy optimista y lo seré, con más razón, en el gobierno de este noble y pujante Estado que en su marcha ascendente provoca movimientos de admiración y de aplausos”.

Y en esa misma ocasión, concentrando sus propósitos de gobernante, anunció que proseguiría el vasto plan de obras de su antecesor, que fomentaría el esfuerzo de los hombres que enriquecían la provincia con su labor agrícola y ganadera; que daría impulso a las industrias y propendería a la radicación de otras nuevas; que entregaría a la colonización y al trabajo ricas extensiones de tierra pública; que sería una de sus grandes preocupaciones la regularización de las finanzas provinciales, como asimismo el mejoramiento del régimen municipal vigente mediante la revisión constitucional y como uno de los aspectos de esta tarea que pensaba madurar y proponer a la Legislatura. Esbozó asimismo los propósitos que le animaban en los diversos órdenes de la administración que iba a presidir, y terminó prometiendo un gobierno digno de las predilecciones de que lo hacía objeto el electorado.

Verificada la consagración de la fórmula Vergara-Ortúzar por el colegio electoral, efectuóse la transmisión del mando el 1° de mayo de 1926, y al prestar el juramento de práctica el nuevo mandatario, expuso sintéticamente, ante la asamblea legislativa, sus propósitos de gobierno esbozados en su programa de candidato.

 

“La provincia celebra jubilosa -, dijo, entre otras cosas -, como feliz acontecimiento, la renovación, al amparo del orden y bajo las garantías que la ley fundamental consagra, de los poderes públicos que regirán sus destinos en el próximo período constitucional. Ratificamos así, ante propios y extraños, que estamos cada vez más capacitados para el ejercicio del gobierno propio y que marchamos con paso seguro hacia la efectividad de la vida democrática. Aspiro a que las conquistas vivan vigorosas y lozanas. Pertenezco a un partido que se ha debatido en toda la República por el imperio del sufragio libre, los escrutinios puros, y la honradez dentro de la administración, y sería indigno de él y de su confianza, si dominado por un torpe sensualismo hiciera sentir la influencia oficial para contrariar la voluntad popular. He prometido un gobierno de orden y libertad. Ciudadano de una democracia en marcha, que ha asistido desde las filas del pueblo a la enorme evolución que se ha operado en las prácticas y costumbres públicas, miraré siempre adelante buscando el mayor brillo de nuestras instituciones, bajo cuyas garantías se desenvuelven las fuerzas inteligentes del Trabajo”.

Tales palabras, que entresacamos del mensaje inicial del gobernador Vergara a la Legislatura, evidencian los elevados propósitos que lo animaron desde el momento que empuñó las riendas del gobierno de Buenos Aires y el claro concepto de las responsabilidades que le incumbían como primer ciudadano de la primer provincia argentina.

La perfecta solidaridad de ideas del gobernador Vergara con la poderosa fuerza política que lo llevó al gobierno, se evidenció en la constitución de su gabinete, para el cual eligió hombres fuertemente arraigados en el radicalismo bonaerense y de vastos prestigios partidarios.

Fueron ellos:

 

Ministro de Gobierno, doctor Obdulio Siri.
      “           Hacienda, señor Francisco Ratto.
      “           O. Públicas, ingeniero Ernesto C. Boatti.

El primero y el tercero acababan de representar a la provincia en la Cámara de Diputados de la Nación y el señor Ratto terminaba su mandato de senador provincial. Cada uno en su esfera había tenido brillante actuación y los tres disfrutaban de merecidos prestigios en el radicalismo, siendo su presencia en el gabinete promisora de una obra solidaria y proficua en bienes para la provincia.

Debemos expresar aquí, que a pesar de la confianza decidida del pueblo bonaerense en su nuevo mandatario, no obstante el pleno dominio del radicalismo en la provincia, la evidente armonía de los poderes públicos que auguraba un gobierno sin tropiezos, y el ambiente de tranquilidad y orden que se observaba en todas partes, no eran nada halagüeñas las perspectivas que se abrían para el doctor Vergara, por causas ajenas a la provincia misma, pero que incidían poderosamente sobre ella por ser el eje del partido político que en esos momentos, en el orden nacional, podía considerarse como de oposición a las fuerzas que interpretaban la política del Presidente de la República. Manteníanse latentes los temores de una intervención federal a Buenos Aires, y en vano trataban sus mandatarios de alejar esa preocupación: ella surgía en todo momento y sombreaba las más tranquilizadoras perspectivas. Ya en su programa de candidato, el doctor Vergara había pronunciado estas palabras:

 

“Para la tranquilidad de las instituciones argentinas afirmo que la posibilidad de una intervención a Buenos Aires sólo la acarician algunos políticos que buscan éxitos electorales al amparo de una medida tan grave como excepcional. Por conveniencias políticas no se decreta una intervención repugnante a los progresos que hemos alcanzado. A ello se opondría la opinión sana del país que no transa con estos manejos que detienen el progreso de la República. No lo permitirá et poderoso partido que sustenta la situación, ni tampoco el Presidente Alvear, quien, consecuente con su lealtad ciudadana, no permitirá un acto semejante que no tendría sino esta finalidad: favorecer al adversario y perjudicar la poderosa fuerza cívica que lo llevó al gobierno y en cuyas filas siempre ha militado con sus mejores empeños y entusiasmos. Cuando se interviene por razones institucionales, la necesidad del remedio federal está en el ambiente, lo reclaman las fuerzas vivas y productoras que necesitan del amparo de la ley para su constante evolución. Lo exigen los habitantes todos, que resultan víctimas de la falta de libertades públicas y privadas. Esto no ocurre en Buenos Aires. En una provincia inmensamente rica, que alberga la cuarta parte de la población de la República, que es el primer escenario de las actividades industriales, comerciales, agrícolas y ganaderas, no se ha visto un solo movimiento de opinión que sea el resultado de la subversión institucional, ni se registra un solo ciudadano privado dt: tjus derechos por motivos políticos, ni se conocen extralimitaciones policiales o administrativas. El país sabe que se ha tramitado un proceso a espaldas de la opinión con el exclusivo propósito de arrebatarle al radicalismo histórico y tradicional un gobierno que ejerce por voluntad expresa del pueblo de la provincia. Se ha pretendido obtener por la fuerza, lo que no puede conseguirse en comicios puros y honorables”.

El retiro del doctor Vicente C. Gallo del ministerio del Interior, alejó por un momento las perspectivas de una acción inmediata del gobierno nacional contra la provincia, pero el peligro manteníase siempre pendiente toda vez que la ley de intervención se hallaba en la Cámara de Diputados después de haber sido aprobada, como hemos dicho en el capítulo anterior, por el Senado Nacional. Dentro de la Cámara joven, frente a los diputados conservadores y antipersonalistas que bregaban por la intervención, estaba el fuerte bloque de radicales irigoyenistas que, sumados a los socialistas, enemigos éstos por principio de toda intervención, formaban accidental mayoría. Así las cosas, en ciertos momentos creyóse segura la caducidad del proyecto intervencionista, y el ambiente público bonaerense empezó a tranquilizarse al par que el horizonte político se despejaba lentamente de los negros nubarrones que lo cubrían; cuando, de improviso, en los comienzos del período parlamentario de 1927, la representación socialista en la Cámara de Diputados de la Nación, volviendo inesperadamente sobre sus normas, declaró que hacía suyo el proyecto pendiente de la consideración del cuerpo, aduciendo, entre otras cosas, que en la provincia se violaba el artículo 36 de la Constitución, prohibitivo de los juegos de azar en todas sus formas. Con el pronunciamiento socialista, estaban en mayoría los diputados partidarios de la intervención y, claro está, el derrumbe del gobierno provincial llegó a considerarse inminente. Fue sin duda un momento de prueba para el, gobernador doctor Vergara el que le crearon las circunstancias, y, justo es decirlo en homenaje a sus altas condiciones de político y hombre de Estado: salió del duro trance con honor y dignidad, robusteciendo poderosamente su autoridad de mandatario y afirmando también los prestigios de su partido. El doctor Valentín Vergara obtuvo de la Legislatura que sancionara una serie de leyes destinadas a reprimir el juego en forma imperativa, llegando en sus propósitos de eliminar todo motivo de protesta, a reducir en forma notable las actividades de una institución tan importante y vinculada a la prosperidad de la provincia, como la Caja Popular de Ahorros, cuyos sorteos semanales fueron suprimidos; a impedir el funcionamiento de casinos y ruletas en sitios de intensa vida balnearia, como, Mar del Plata y Tigre; y, finalmente, a clausurar los hipódromos que funcionaban en distintas localidades de la provincia. Con tales leyes, cuya sanción creían improbable los enemigos de la situación bonaerense, la representación socialista quedaba desarmada en sus empeños, viéndose obligada a retirar su apoyo al proyecto de intervención, con lo que éste, perdida ya toda esperanza de que prosperara, fue a morir en las carpetas de la Cámara.

Hasta qué punto se benefició el radicalismo irigoyenista de las resultancias de este episodio lo dijeron los hechos posteriores en el orden nacional. Buenos Aires, gobernada por el radicalismo, fue el punto de apoyo de todos los correligionarios de la República y el eje de toda la política nacional que tuvo por resultado la reelección de Irigoyen en 1928. No en vano los adversarios del caudillo reclamaron del Presidente Alvear, hasta el último momento, la intervención “por decreto” como la tabla salvadora de sus patrióticas esperanzas.

Mientras tanto, el gobernador Vergara no había perdido de vista los problemas administrativos de su provincia y en medio de las agitaciones políticas de que damos cuenta a grandes rasgos, dióse tiempo para ir desenvolviendo sus propósitos progresistas. Así en materia de obras públicas no descuidó la mejora y conservación de la importante red caminera de la provincia, llevando la acción de los equipos a más de 10.000 kilómetros de caminos generales, construyendo y librando al servicio público en los cuatro años de gobierno, 122 puentes, con un costo aproximado de 4.000.000 de pesos, reconstruyendo 30, dejando librado al servicio público el primer tramo del gran camino de Morón a Luján, e iniciando el de Avellaneda a Quilmes; licitáronse también, bajo los auspicios del gobierno, obras de pavimentación por valor de 5.000.000 en bonos que beneficiaron a ciudades tan importantes como Mar del Plata, Ayacucho, San Isidro, Pehuajó, Zárate y otras menores, con gran provecho para sus vecindarios y con indudable mejoramiento de las condiciones urbanas, obteniendo también de la Legislatura una nueva emisión de 50 millones de bonos destinados a obras semejantes en otras ciudades bonaerenses. Siempre con la cooperación del gobierno de la provincia se llevaron a cabo, se prosiguieron o se iniciaron durante el período del doctor Vergara, las obras sanitarias en Chivilcoy, Arrecifes, Mercedes y Saladillo, las de ampliación en La Plata y se proyectaron las correspondientes a muchos otros municipios.

En 1928 se libró al servicio público el muro de atraque para el canal de San Fernando, de una extensión de 567 metros, con todos los elementos necesarios para el trabajo de carga y descarga, obra ésta que ha transformado a la ciudad nombrada en un emporio comercial de primer orden, haciéndola virtualmente cabecera de las líneas de navegación del Delta, de las islas del sur de Entre Ríos, de algunos puertos del río Uruguay sobre la costa Oriental, etc. También se inauguraron bajo el período del doctor Vergara los desagües de Avellaneda, comenzados a construir en 1925, con los cuales se ha mejorado considerablemente la situación de una vasta y populosa zona de ese partido.

La educación popular mereció preferente atención del gobierno que nos ocupa. El número de escuelas aumentó proporcionalmente al crecimiento de la inscripción en toda la provincia. En su mensaje de 1929 el gobernador afirmó que Buenos Aires costeaba más de 2.000 escuelas primarias, a las que acudían 350.000 niños de ocho a catorce años. En 1928 se licitaron obras de edificación escolar por valor de 6 millones de pesos, que se fueron aumentando gradualmente hasta completar los 20 millones fijados por una ley especial dictada en noviembre de 1927, para llevar el beneficio de la edificación escolar a todos los pueblos de la provincia, en conformidad con el plan preparado por la Dirección General de Escuelas y aprobado por el Poder Ejecutivo. Esta iniciativa ha permitido dotar a la provincia de 300 edificios escolares propios, construidos en su casi totalidad al terminar su mandato el doctor Vergara.

Velando por el mantenimiento de las condiciones sanitarias de la provincia, que han sido excelentes en todo tiempo, el gobierno del doctor Vergara no descuidó la adopción de medidas de profilaxis en aquellos lugares donde pudieran producirse epidemias debido a aglomeraciones accidentales, auspiciando también las distintas campañas realizadas por entidades científicas para contrarrestar los avances de enfermedades como la tuberculosis, avariosis, etc. La provincia tenía a mediados de 1928, 101 hospitales, con 4,545 camas, funcionando además 53 salas de primeros auxilios, muchas de ellas instituidas y organizadas por el gobierno.

Al finalizar el año 1929 estaban terminados los grandes Hospitales Policlínicos de Bahía Blanca y Pergamino, los hospitales regionales de Lobos, Junín y Zárate y otros establecimientos sanitarios de menor cuantía.

No olvidó el doctor Vergara el fomento a las industrias madres de la provincia, fuentes principales de la riqueza bonaerense: la ganadería y la agricultura.

Durante el período 1926-1930 se encaró la construcción de cuarenta elevadores de granos en otras tantas estaciones del Ferrocarril Provincial; prosiguieron los ensayos sobre el rendimiento de los trigos, tan útiles a los agricultores; intensificóse la campaña de desinfección y saneamiento de los montes frutales en las zonas de más intensas plantaciones; se ampliaron los locales y servicios de los establecimientos de enseñanza agrícola y ganadera de la provincia; se repartió gratuitamente semillas de especies forestales, y bajo los auspicios del P. E. se han realizado en los últimos años numerosas exposiciones y concursos agropecuarios en distintos puntos de la provincia.

El Ferrocarril Provincial, en el cual el gobierno tiene puestas muchas esperanzas para consolidar el porvenir económico de la provincia, ha seguido en los últimos años su progreso ascendente. Durante el año 1927 el producido por los distintos renglones del tráfico público fue de $ 4.340.948.74, esto es, superior al de 1926 en pesos 1.176.113.27. En los años siguientes se ha mantenido este superávit, al propio tiempo que se adquirió en Europa un abundante material rodante y se construyeron varios ramales como los de Ariel, Olavarría y Sierra Chica, con un recorrido de 57 kilómetros y un costo de pesos oro 1.700.000, y el de la estación Gamen, de la línea troncal a Pehuajó, con un recorrido de 20 kilómetros y un costo de $ oro 438.000.

En general, las finanzas de la provincia no fueron propicias para sustentar la obra progresista del gobernador Vergara por los motivos que consignamos al ocuparnos del período anterior. Sin embargo, al año de ejercer sus funciones ya había logrado restablecer un equilibrio discreto entre los gastos y recursos, regularizar el pago de los sueldos, obligaciones y servicios, disminuir considerablemente la deuda flotante y robustecer el crédito general de la provincia. Al cerrar su segundo ejercicio la situación era mucho más favorable.

 

“Prefiero en múltiples ocasiones -dijo el doctor Vergara en su mensaje del 1° de mayo de 1928 -contener legítimos anhelos y aun prescindir de exigencias relacionadas con ciertos servicios públicos, antes que comprometer al Estado en gastos y erogaciones que perturben el equilibrio del presupuesto. El crédito se afianza, los títulos se valorizan y la seriedad y buen nombre de una administración se realza y dignifica cuando se cumple y se paga con severa y escrupulosa puntualidad”.

El total de los ingresos fiscales de la provincia en 1927 fue de $ 133.748.988.16 y el total de los gastos; ascendió a $ 131.583.866.66, quedando un saldo de más de 2 millones, que pasó al ejercicio de 1928. En el último año de gobierno del doctor Vergara, se recaudaron más de $ 134.000.000 moneda nacional.

Muchos renglones de la renta pública ofrecieron superávit en la recaudación, sobre todo el impuesto inmobiliario, percibido de acuerdo con la nueva avaluación de la propiedad raíz y que dio, en 1927, 14.000.000 más que en 1926. En cambio fue necesario afrontar el déficit del fondo del Montepío Civil, producido a consecuencia de la falta de reservas iniciales, a la insuficiencia de los aportes y a la prodigalidad de los beneficios, todo la cual se complicó con la suspensión del sorteo de la Caja Popular de Ahorros, que contribuía a esos fondos con una cuota anual de un millón de pesos.

En 1928, al iniciar su tercer año de gobierno, el doctor Vergara podía contemplar con más optimismo la situación de la provincia de Buenos Aires, no sólo por haberse afirmado dentro de sus límites territoriales el progreso general y haber conquistado la confianza de sus gobernados, sino por la posición política que a ella le correspondía en el concierto general de la Nación. En efecto: la Unión Cívica Radical, que un año atrás no tenía más posesión efectiva que la provincia de Buenos Aires y que campaba por sus respetos en las filas opositoras de las demás provincias argentinas, había obtenido en las elecciones de renovación presidencial del mes de abril un triunfo numérico sin precedentes, conquistando la mayoría del electorado frente a los demás partidos políticos antipersonalistas coaligados. Este triunfo del radicalismo llamado “personalista” alejó definitivamente todo temor de perturbación institucional en la provincia de Buenos Aires, y al consagrar la candidatura del doctor Hipólito Irigoyen para la presidencia por el período 1928-1934, pareció asegurar una larga época de paz y de consolidación para la provincia.

Pudo entonces el doctor Vergara exponer sin recelos sus propósitos de gobierno para el futuro y renovar sus nobles anhelos de paz y de armonía.

 

“Soy hombre de partido -dijo -y una poderosa fuerza cívica me ha traído al gobierno, pero éste es para todos y todos deben por igual gozar de los beneficios de la libertad y de las instituciones”.

En su mensaje inaugural de 1928, con la halagüeña perspectiva de años tranquilos, el doctor Vergara anticipó su anhelo de introducir reformas fundamentales en la carta orgánica de la provincia, tanto en el orden político como en el administrativo y financiero, propósito que luego concretó en un mensaje especial y el correspondiente articulado que elevó a la Legislatura. Entre esas innovaciones, figuraba la supresión del actual sistema de elección indirecta del gobernador y vice, proponiendo que ella se hiciera popularmente y a simple mayoría de votos.

Una ampliación del actual sistema de la representación de las minorías en la Legislatura, la adopción del padrón nacional para las elecciones provinciales y comunales, la organización del Jury de enjuiciamiento sobre bases más modernas que las actuales, la creación de un ministerio de Educación en la provincia, fueron otros tantos puntos que abordó en su mensaje el doctor Vergara, proclamando la necesidad de que cuanto antes, y con el asentimiento de todos los poderes del Estado, se convocara la Convención Constituyente

 

“para que la reforma proyectada -dijo -que desde tan largo tiempo viene reclamando la provincia, fuera sancionada de inmediato, y aplicada en la próxima renovación de los poderes del Estado. ”

El doctor Vergara terminó su período sin que le fuera dado incorporar al balance de su obra gubernativa la consumación de su anhelada reforma constitucional, pero hasta en el mensaje con que se despidió de la Legislatura el 1° de mayo de 1930 insistió en la necesidad de promover la revisión de la Carta Fundamental de la provincia como un medio de llegar al perfeccionamiento de sus instituciones.

 

Ir arriba 


 

 

 

Volver a inicio



 ©  Carlos Gustavo Maldonado
      Creado con Macromedia Dreamweaver 8