La Tribuna
agosto 16 de 1967


Haedo, 1902

Por el Dr. Norberto P. Devoto
(especial para LA TRIBUNA)

“Don Simon Pereyra, dueño de estos campos, era amigo de Rosas. Es el dato mas antiguo que tengo. Su estancia se extendia desde la de Justo Villegas, en el limite con Matanza, Camino de Burgos hasta Paso Morales, hoy Campo de Mayo.

En 1880 se declara a la Ciudad de Buenos Aires, capital de la Republica, y al año siguiente se funda La Plata, y para unir la nueva capital de la provincia, al ferrocarril, se hace el canal de Haedo a La Plata, fundandose asi la nueva estacion. Se fraccionaron las manzanas linderas, y cuando la estacion fue una realidad, existia ya un pueblo de seis manzanas de casas, cuyos habitantes, hasta entonces, para trasladarse a Buenos Aires, tomaban el tren en Ramos Mejia. Haedo se fundo oficialmente el dia 1 de agosto de 1886.

Don Mariano Jose Haedo, cuyo nombre llevan la estacion y el pueblo, fue el primer gerente del ferrocarril de la provincia, y figura entre los que viajaron por primera vez en ferrocarril en la Argentina, arrastrados por la celebre Porteña.

En 1912 presencie la exhumacion de la urna que guardaba el acta de fundacion. Esta se habia transformado en cenizas. Tambien habia en el interior, ademas de medallas conmemorativas, monedas acuñadas en ese año de 1889.

Con Don Juan Arrbaldegui, constructor, y Marcelo Pagani, maestro albañil, volvimos a colocar la urna en su sitio, es decir en el centro de la plaza de Haedo, bajo la estatua del General San Martin, yo Norberto P. Devoto estaba presente.

Haedo era pueblo de veraneo de las familias de Buenos Aires; las casas quintas existentes, eran las siguientes; la de Don Alberto Vignes, la de Benguria, la de Don Eugenio Soria, la de Albarracin, la de Don Domingo Basso, al norte de la via del ferrocarril. Al sud, la de Don Andres Pisani, la de Merlo, la de Lagomarsino, la de Vila, la de Crocce, la de Gaibisso, la de Cremona, la de Ferro, cercanas a la actual Iglesia. La de Don Francisco Devoto, la de Don Leon Maiz, la de Don Antonio Solari, la de Don Juan Cassinelli, la de Don Guillermo Ghiglione, la de Palmer, la de Don Anibal Gori, la de Masa, despues de Vega, la de Amer, despues de Coppnhoffer, todas en el barrio de la actual Plaza.

Mas alla de la calle de las tropas, hoy Segundo Sombra, estaban las ultimas quintas de Ramos Mejia, que quedaban en el ejido de Haedo, cuyos habitantes tomaban el tren en Ramos Mejia. La mas importante era la de Brizuela, despues de Masariego, comandante en la guerra del Paraguay y la de Sixto Luchetti.

De todas estas viejas quintas, la unica que se conserva tal como era entonces, y en poder de sus mismos dueños, hoy en 1967 es la de Don Francisco Devoto.

Existian muchas casas de negocio, fondas principalmente, en el camino Real a Macadam, como se le llamaba a la actual calle Rivadavia, que venia de Buenos Aires: la fonda de vascos, herreria y corrales para hacienda, "La Lechuza", fue de Petain Basterreche, era atendida por su esposa, doña Maria la Vasca, y Doña Dominga Aguer. Esta fonda fue asaltada en el 93, cuando la revolucion, saqueada y cortada la cara de su dueño. Debido al empalme, Haedo era punto neuralgico en las comunicaciones de entonces. Ahi se establecio un canton radical sobre el techo del despacho de bebidas de Pedro Benvenuto, que intercepto las comunicaciones de la ciudad con la Campaña. En Haedo fue tomado prisionero el Jefe del gobierno vacuno, doctor Carlos Pellegrini, quien quedo detenido en el anden de la estacion con centinela de vista, cuyo puesto desempeñaba el ciudadano radical Juan Piñeyro, avecindado en San Justo. Pellegrini se puso en comunicacion con el Dr. Irigoyen, quien ordeno su libertad. No hay para que decir, que llego a Buenos Aires e inmediatamente, mando barrer con todos los cantones radicales, ese hombre que poco antes, decia a su centinela: «baja esa arma muchacho, que me vas a matar».

Frente a la fonda "La Lechuza", cruzaba el camino de tropa de hacienda que venia del norte, a los Corrales Viejos, cuando se arriaba por tierra, con sus novilladas cerriles, y sus reseros, autenticos gauchos, que se jugaban la vida en un tiro de lazo. Entre ellos recuerdo a Agapito, que noviaba con la vasca Dominga, con ellos tiene que haber pasado Don Segundo Sombra.

Despues esta fonda paso a propiedad de Juan Petit, vasco frances y herrador veterinario. Por la noche pasaban los lecheros, por el camino real, con sus tropas de caballos con árganas que pasaban trotando en fila con el ruido caracteristico de la leche sacudida dentro de los tarros cantando el "lo-lo-lo", camino de Buenos Aires.

Frente a la fonda, habia un campo donde paraban las carretas, transportaban a Buenos Aires principalmente leña; procedian de Pontevedra de Puente Marquez. Los carreteros fueron Nicolas y Pancho Depaoli, Nicolas De Felippe, Pirotto, Domingo Belessi, etc.

En ese campo desuncian sus boyadas para darles descanso y que comiesen, y ya de tardecita pasaban cantando sentados sobre el pertigo, guitarra en mano, los bueyes de las cuartas eran overos y blancos los delanteros. El ruido de sus collares de campanillas y el truntrun de los barquinazos de las carretas tan caracteristicos en aquella epoca, quedaba por un rato en nuestros oidos. El almacen "El Tropezon", de Don Tomas Guido, donde reinaba el alcalde, Don Domingo Pelossi, apodado "El Toscano". Despues el almacen de Chivetta, que tenia tambien carboneria. Adelante, un boliche en un rancho, donde hoy esta la farmacia de Cesio, cuyos dueños fueron Don Juan Arrabaldegui, el vasco Tipula y el oriental Juan Gonzalez, sucesivamente. El almacen y despacho de bebidas de Don Juan Cademartori, en la esquina del camino Real y la calle de la estacion, en cuya trastienda se reunian los vascos lecheros, a su vuelta del Once, al amanecer, a tomar ardúa [sic]. La fonda y cancha de pelota de Tipula, o sea Don Pedro Duhaldo, atendida por sus hermosas hijas. Mas adelante, la calle de la Iglesia, el almacen y despacho de bebidas "La Amistad", de Don Juan Arrabaldegui, oriental y caudillo del pueblo, muy buena persona y muy querido. En la calle de la estacion, la fonda de Francisquin o de Rocco, donde se comia el mejor dorado frito. Seguia la fonda de Zapallo, Bo de apellido y su hija Rosita; tenia ademas coches para viajes. En la esquina el despacho de bebidas de Don Pedro Benvenuto, que tambien tenia coches. Al norte de la via y frente a la estacion, asi como la de Benvenuto la fonda de Devincenzi, que despues fue de Mimenza, y en la otra cuadra, la de Mateo Esnaola. El correo estaba situado mas o menos donde esta hoy. Su Jefe era el señor Escobassi. Anteriormente el correo tenia estafeta en el almacen de Arrabaldegui. Su cartero fue Demetrio y peon del almacen el hoy opulento propietario señor Ferrari que aun vive en Moron. En la esquina habia farmacia, propiedad del señor Ardoino. Era medico de la zona, el Dr. Gabriel Ardoino, hermano del anterior, autentico benefactor y en cuyas manos estaban bien depositadas las vidas de los vecinos. Con el nacieron y murieron varias generaciones. En la calle de la estacion, existia la escuela nº 5, al principio unica en el pueblo, cuya directora era la señorita Maria Natividad Muñoz, que murio a los 91 en Moron, secundada por su hermana Gerarda, la señorita Maria Aguer, y la señorita Albina Caro, de grata memoria. Despues se establecio la escuela del maestro como se le llamaba, Felemon Gonzalez, muy despota.

Existia la panaderia de Don Francisco Corradi, actual de Tamargo. La Carniceria de Don Juan Rossi, donde esta el actual restaurant "El Reloj", atendida por Don Pancho, que, despues se supo, se llamaba Ferreironi.

Por ese tiempo se abrio la carniceria "La Argentina", de Don Pancho Baez, regenteada por un gran Criollo, Pedro Escobar. La llegada de este muchacho, pues no contaba aun veinte años, fue un acontecimiento, pues polarizo todad la juventud del pueblo. La carniceria fue fundada en la casa de Esnaola, y trasladada al poco tiempo a la cuadra del correo, cuyo jefe tenia gallos de pelea muy buenos. Pedro era un hombre de baja estatura y de altos principios, su accion tesonera y democratica mino el armazon del regimen autocratico de entonces, establecio una democracia gaucha tirando a lo inculto, de pañuelo blanco al cuello, que contrabalanceo la accion cul-
Moglia, los Moyano, que llegaron del Azul, muy gauchos, y de madre pampa; en la carniceria trabajaba Figueroa, ya maduro, como el viejo Morales con sus cuentos; Pacheco, el trenzador de lazos, que cantaba llorando sin guitarra y de pie; Alberto y Raul Blomberg, Agustin Lizardo; los venidos de Merlo, Bachicha y Mora, el bombachudo Batallon, que habia estado en la carcel, y el nombrado viejo Morales.

Existio una lucha entre la escuela y la carniceria; la primera era el orden clasico de "La letra con sangre entra", la segunda era la anarquia de donde salio la democracia. La escuela era la cultura; guardaba la forma, la presentacion y el respeto a los viejos metodos, y a la segunda no le importaba la forma, era toda una fuerza de pasion civica interior. La primera eran los grandes señores de fin de siglo, don Cornelio Romero, intendente de Moron y senador provincial; don Francisco Devoto, fuerte contratista y presidente de la sociedad Cosmopolita; don Juan Arrabaldegui y don Leon Maiz, caudillos en eterna discordia del unicato conservador de entonces, de galera, orien y cuello duro "Lo que el viento se llevo". La segunda era el pañuelo blanco al cuello, el lazo y el caballo.

Una tendencia miraba hacia Europa, la otra hacia la Pampa. Una era la civilizacion; la otra no era la barbarie como se le llamo, eran el encuentro con nosotros mismos, eran los que apostaban, a quien sacaba mejor un matambre en el matadero de Pedro, o enlazaba un novillo a toda furia. De ahi salieron grandes empleados, doctores e ingenieros.

Haedo no tuvo rancherios criollos; solo existieron algunas construcciones de ladrillo del tiempo de España; el rancho de don Fermin en la calle Maipu al 30, en cuyos cimientos se encontro un hacha de los galeones de la conquista, que obra en mi poder. Otro rancho de techo de tejas, en Industria al 50, otro en el antiguo campo de Guemes. Todos tenian dispositivos para su facil defensa; pozos ciegos, troneras, pasajes curvos, cercos de cina-cina y tuna. Fueron demolidos asi como la fonda de "La Lechuza", en el camino Real, que tambien era del tiempo de España.

En el limite con Ramos Mejia, existian las casas viejas de Zapallo y la de Villegas. Mas al sud, existe aun la casa vieja, muy antigua y estilo colonial, del horno de Hansen, cuidada por don Juan Real, un genoves chiquito, gordo y de perita, muy acriollado, y que salia en un zaino viejo, muy alto, al que no se como subia. Por ahi estaba la herreria de don Juan Arburu, llamado Manes, hombre bueno si los hubo, que crio a la hija de su amigo y socio en tambos, don Martin Pavo, Manuela.

Era la mas linda muchacha de su epoca. Seguia la casa vieja de don Sixto Luchetti, cuyo hijo Jose, todos los domingos, hacia sentir las notas de su clarin, pues [...].”

 

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